jueves, 29 de julio de 2010

La receta perfecta


Nunca se me dio demasiado bien la cocina, pero de forma autodidacta y con más ganas que conocimientos, me lance al mundo de las recetas. Con mas miedo al desastre que otra cosa, decidí que era hora de cocinar.

Mi primer plato haciendo un homenaje a mi amada Italia, fue un plato de pasta. Entre canción y canción de Eros Ramazzotti, amenizaba la preparación con ilusión, dejándome guiar por impulsos, por lo que yo creía, no obstante los macarrones quedaron descompensados, demasiada pasta y muy poca salsa.

La receta perfecta, aquella cuyo bocado llevas a tu boca y saboreas con todos tus sentidos, tiene las proporciones exactas, por eso la pasta no resulto.

A la espera de mi siguiente receta, empecé a perder el tiempo elaborando bizcochos. Según unas indicaciones rescatadas de una amiga, para que el bizcocho subiera (ya que no llevaba levadura), no debía hacer movimientos bruscos, no debía golpear el molde, no debía haber ruido… Se lo puse realmente difícil, cocinaba al ritmo de Bon Jovi, cantaba sus canciones al nivel que mis sanos pulmones (por aquel entonces) me permitían, incluso golpeaba los moldes, pero como ocurre con las cosas cuando no estas preparado para afrontarlas, los bizcochos predispuestos subían y subían y como mi molde era demasiado pequeño, me vi en mas de una ocasión obligada a pincharlos. Su sabor era bueno, pero su aspecto horrible.

La receta perfecta, aquella cuyo bocado llevas a tu boca y saboreas con todos tus sentidos, se cocina con los utensilios adecuados, por eso los bizcochos no resultaron.

Un día enloquecí y quise preparar un banquete, entrantes, primeros, segundos, tarta y postres. Su elaboración me llevo mucho tiempo de prácticas, pero llegado el momento, todos aquellos platos cocinados los fines de semana durante años, resultaron insignificantes a ojos del único asistente, con el transcurso del tiempo se había ido acomodando demasiado en su asiento y no supo valorar aquellos platos presentados con tanta paciencia como trabajo, dándome cuanta que había disfrutando mas fantaseando con el banquete, que con el banquete en si.

La receta perfecta, aquella cuyo bocado llevas a tu boca y saboreas con todos tus sentidos, se saborea en el momento, por eso el banquete no resulto.

Decepcionada deje transcurrir el tiempo, hasta que una nueva receta llego a mis manos. Esta receta puso patas arriba mi cocina. Resultaba cada día impredecible, un día era dulce, al siguiente salada, al otro sosa, alguna noche picante, a veces agria, exquisita, incomible…. Pensé que era la receta de mi vida, me obsesione con ella, quise entender sin conseguirlo, como cocinar tanta variedad de especias. Durante temporadas dejaba de cocinarla, pero luego tras echar de menos aquella sensación de poder conseguir el resultado optimo, volvía a concentrarme en la cocina intentando hacerme con ella, hasta que finalmente opte por rendirme, aquella receta fue demasiado para mi.

La receta perfecta, aquella cuyo bocado llevas a tu boca y saboreas con todos tus sentidos, siempre da el mismo resultado, por eso esta receta no resulto.

En casa de mi mejor amiga, descubrí una receta increíble, exótica. Combinaba cocinas de otros países, no cabían excusas en su preparación, era realmente divertida y su resultado siempre quedaba espectacular a ojos ajenos. La fui preparándola cada vez, con toda la pasión del que sabe que la receta pronto cambiaria de manos, con la intuición que era la clase de receta que a todo el mundo le gusta, pero que a la larga te cansa, por lo que cuando intuí que alguien mas iba a cocinarla, sencillamente deje de prepararla.

La receta perfecta, aquella cuyo bocado llevas a tu boca y saboreas con todos tus sentidos, no te cansa nunca, por eso esta receta exótica no resulto.

Por ultimo, tras algún aperitivo que no vale la pena ni nombrar, cuando había guardado definitivamente mi libro de recetas, mi hermano me regalo un juego para la Nintendo, cocina con migo. Fue entonces, cuando sin buscarlo, me encontré con una receta que me hizo ponerme el delantal, abrir mi ventana y permitir que una brisa de aire nuevo llenara mi cocina.

La receta perfecta, aquella cuyo bocado llevas a tu boca y saboreas con todos tus sentidos, tiene las proporciones exactas, se cocina con los utensilios adecuados, se saborea en el momento, siempre da el mismo resultado, nunca te cansa y en definitiva, es con la que te quedas.